El retrato de una persona pretende descubrirla desde un parecido físico y buscando la belleza artística, que puede estar en el color de una ojera o el bucle de una pestaña, el retratado acepta la mirada del otro, se anima a mezclar un poco de sí con el artista y verse de colores.

El retrato tiene una mística que vuela desde el ser que posa al ser que pinta, a la obra y luego a los espectadores, una unión de miradas que testimonian ese instante de vida que nos une en la tierra.

Flor Menéndez